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Expertos del banco de cerebros de la Facultad de Medicina del País Vasco (UPV), en colaboración con la Universidad de Ginebra y el grupo de Farmacología de la Universidad de las Islas Baleares, dirigido por Jesús García Sevilla, han comenzado una investigación molecular para conocer cómo la adicción a la heroína y a los opiáceos afecta al cerebro humano.

 

Los investigadores, que guardan en grandes cámaras frigoríficas, a 80 grados bajo cero, más de mil muestras de sesos humanos para investigar enfermedades mentales, han utilizado en esta ocasión trocitos de cerebros de personas toxicómanas facilitadas por un ‘biobanco’ del cantón de Normandía.

 

Sus primeras conclusiones son claras. «Este tipo de sustancias pone en marcha y acelera los mecanismos de muerte celular programada», afirma el catedrático de Farmacología de la UPV Javier Meana, responsable del banco de cerebros. «Las células cerebrales están programadas para morir en un momento determinado. Al consumir drogas, este proceso se acelera». La muerte temprana de las células del cerebro se traduce en una mayor degeneración del individuo, aunque los científicos aún no tienen claro cuáles son las consecuencias sobre el comportamiento humano, ya que en ello influyen múltiples factores de salud, sociales y medioambientales.

 

Los científicos de la UPV conservan más de mil muestras de cerebros de otras tantas personas que han muerto de manera violenta para estudiar las complejas causas de enfermedades mentales como la esquizofrenia, la depresión y el trastorno bipolar. Las muestras pertenecen tanto a enfermos mentales como a personas sanas, para poder hacer comparaciones entre ellas.

 

Los estudios de Javier Meana van más allá. A juicio del catedrático de Farmacología, «igual tenemos que replantearnos a largo plazo el uso de la metadona, porque está contribuyendo a envejecer el cerebro de los toxicómanos». El experto sabe que su planteamiento es polémico y reconoce los beneficios de este opioide sintético, cuyo uso ha sido impulsado por las políticas gubernamentales contra la droga, con el apoyo de los terapeutas y compañías farmacéuticas que la producen. «La metadona ha resuelto muchos problemas de los heroínamos, ha servido para hacer frente al sida y a otras infecciones y para controlar las adicciones, pero también es cierto que los cerebros de las personas que la consumen están más deteriorados», concluye.

 

 

 

Fuente: abc.es

Autor: Judith de Jorge

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El Grupo de Investigación sobre Drogas de Abuso de la Universidad del País Vasco (UPV-EHU) ha pedido que el cannabis o las sustancias derivadas de éste tengan el mismo trato y no sufran limitaciones en su uso para fines terapéuticos tal y como sucede con otros medicamentos.

 

Según explica el profesor de Farmacología y vicedecano de la Facultad de Medicina y Odontología de la Universidad del País Vasco, Joseba Pineda, el ámbito sanitario «debe estar al margen de las consecuencias del debate sobre el uso recreativo del cannabis» ya que sus potencialidades terapéuticas son «enormes.

 

En este sentido, la valoración sobre el empleo para determinadas situaciones clínicas de derivados del cannabis, se debe realizar de forma individual ya que, en cada caso, es el médico quien debe «valorar y sopesar las potencialidades terapéuticas del fármaco con sus posibles efectos adversos y reacciones indeseadas».

 

Este grupo de expertos también aboga por reducir el umbral de riesgo en la prescripción de estas sustancias para lograr un mejor resultado en el paciente. «La investigación nos debe llevar a conseguir sustancias lo más puras posibles, sin mezclas, de modo que se constate claramente la acción de cada principio activo».

 

El estudio llevado a cabo ha conseguido demostrar, a su vez, los efectos que el cannabis tiene en el funcionamiento del ‘locus coeruleus’ del cerebro y sus posibles consecuencias sobre los déficits de alerta y de atención cuando se emplea el cannabis como una droga de abuso. El trabajo ha sido realizado en neuronas vivas de animales de laboratorio.

 

La investigación tuvo uno de sus orígenes en la común constatación de los efectos que tiene sobre la memoria el consumo de drogas derivadas del cannabis, aclara Pineda, por lo que el grupo se planteó como uno de sus objetivos el conocimiento de este proceso así como sus causas.

 

Así, durante la investigación se aplicaron fármacos cannabinoides a animales vivos y se constató que estos fármacos, tras entrar en contacto con el ‘locus coeruleus’, lo dejaban «activado» de forma permanente, alterando su estado natural no-activo en las situaciones en las que se da una ausencia de estímulos externos.

 

Fuente: Europa Press

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